Escribe Oberdán Rocamora, redactor estrella. Especial para JorgeAsisDigital.com
1.- Beneficio de inventario
El poder se recibe sin beneficio de inventario.
Alberto, El Poeta Impopular -presidente del Tercer Gobierno de La Doctora-, debe hacerse cargo del colapso agravado por el Tercer Gobierno Radical, que presidió Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Debe encargarse del clavo de la deuda. De la monotonía de la crisis. Derivación del aburrimiento del fracaso. Que cansa. Rompe…
Pero también Alberto hereda a los presos de Macri.
Los que adscriben a los lineamientos del Frente de Todos. El peronismo como columna vertebral, con su vertiente renovadora. Y con la estereotipada variedad del Frepasito Tardío.
Es la segunda vez que el peronismo asume con la preexistencia de presos propios.
En 1973, cuando juró Héctor Cámpora, El Tío, una pueblada oportunamente heroica manifestó desde la Avenida 9 de Julio hasta el penal de Villa Devoto.
Para “liberar a los compañeros”. Con FAR y Montoneros.
Eran presos honrosos. Movilizados por la superioridad de la utopía. Sin salpicarse por las tensiones del crecimiento económico personal.
Era la Patria Socialista y no los negociados.
Pronto, en Devoto no quedó un solo preso militante para mostrar. Pero arrancaba un capítulo aún más deplorable.
En 2019, al jurar por la presidencia (del gobierno de La Doctora), Alberto iba a toparse con la preexistencia de los presos propios. Otra jerarquía.
Presos propios con los que había compartido los equipos de gobierno, durante la presidencia del extinto Néstor Kirchner, El Furia.
En enero de 2021, después de más de un año de “gobierno popular” (que reivindica la rama peronista del kirchnerismo), aún persisten presos (propios).
Emblemáticas figuras que se destacaron durante la administración de El Furia, y las dos de La Doctora.
Aunque se trate de prisiones domiciliarias, con el adorno despreciable de la tobillera.
Caso de la señora Milagros Sala, o de Amado Boudou, El Descuidista, vicepresidente elegido por La Doctora.
O el mismo Julio de Vido, El Pulpo, de biografía espiritualmente asociada a Kirchner. Principal colaborador durante su ciclo vital.
O Luis D’Elía, El Levantino, que se jacta de “no estar preso por ladrón”.
Otro, el pobre Juan Pablo Schiavi, que saborea el garrón infinito en su mazmorra real.
Como Ricardo Jaime, El Señor de los Subsidios, recolector del Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Exponentes del kirchnerismo residual que siguen en cana mientras, paradójicamente, merced al choque de calesita de Macri, el kirchnerismo volvió a gobernar.
Ahora a través de la vertiente de La Doctora. A partir de elecciones legítimas y sin entregarse al arte explícito de la recaudación.
Es una banalidad académica discutir si se trata de presos políticos, o de presos por haberse manchado los dedos con el empalagoso membrillo.
Aquí adquiere sentido la trascendencia del mensaje del Penúltimo Nacionalista al Poeta Impopular.
“Julio de Vido fue preso de Macri. Ahora es preso tuyo”.
2.- El tema incomoda, perturba
El tema de los presos molesta. Es incómodo. Está mal planteado y perturba.
Es la primera vez que un gobierno democrático debe decidir sobre la existencia de presos identificados con el ideario de quienes gobiernan.
Presos propios que esgrimen a la bartola la invención teórica del “lawfare”, tesis conocida en el portal como La Mafia del Bien.
Presos acusados y castigados por faltas cometidas mientras gobernaba la misma banda que enarbola el mismo signo político.
En un sentido profundo, se trata de presos políticos por la política desacertada de Macri.
Después de vencer en las elecciones de mediano término, Macri logra la hazaña de desperdiciar su oportunidad y priorizar a la llamada “mesa judicial”.
Reflejo de la rigurosa incapacidad para avanzar en el proyecto para el que había sido elegido. Plantar las bases vulgares del capitalismo tolerable.
Pero a los efectos de aniquilar la moral del adversario aplicó la agenda equivocada.
En 2015, Macri triunfó sobre el peronismo merced al hartazgo que socialmente había agotado a La Doctora. Pero también ganó por el apoyo militante del gran medio.
Epopeya simple. Ganó por los grandes medios y chocó la calesita por aplicar la agenda de los grandes medios (en especial uno).
El que lo condujo a la pulverización. Tal vez Macri hoy acierta al invertir, para la utopía del regreso, en La Nación.
Ampliaremos.
3.- El Ángel aprendió de La Doctora
Mientras Macri confiaba en el rédito espectacular de las rejas, en su habilidad para la hotelería del G-20 -y adhería a la idea del peronismo en extinción-, La Doctora hizo dos o tres movimientos.
Inventó a Alberto -se dijo- como estadista. Acordó con Sergio Massa, El Conductor, justamente quien le había perforado el proyecto, acaso inexistente, de eternidad.
Le bastó a La Doctora para imponerse en 2019 y desalojar a Macri. Con el llanto del Colón, el préstamo de Trump y el rencor de los medios vencidos.
El Ángel aprendió de La Doctora. Se propone volver. Aunque le creció el dependiente que lo supera.
Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol. Y una personalidad atractiva, de indiferencia calculada, la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo.
La virulencia mediática contra La Doctora y el fantasmal Instituto Patria continúa con su inalterable esplendor.
Mientras tanto Alberto trata de presidir el gobierno de La Doctora ante las dos calamidades que titulan la miniserie. Las dos situaciones límite.
“La peste y las elecciones”.
Con el compromiso de resolver, o hacer la plancha con el tema perturbador de los presos, de los procesados.
En especial de La Doctora, sometida a las presiones que aluden a la pasión por la impunidad.
Alberto no es partidario de liberar, ni oficialmente de indultar. Opta por hacer la plancha. Dejar al instrumento de la Justicia.
En la posición Sergio Massa sale a auxiliarlo. Es una suerte de Automóvil Club para Alberto, lo rescata, le arrastra marcas.
Massa tampoco adhiere a los reclamos de las liberaciones.
Es Massa un vértice del pentágono de poder que debe gestionar con la preexistencia de presos propios que operan.
Junto a Alberto, Máximo, En El Nombre del Hijo, Axel, El Gótico, y la propietaria de los votos y los desprecios.
4.- Final con indulto o reivindicación
Al cierre del despacho, se impone recrear la conversación amigable que mantuvieron algunos ministros decanos con El Poeta Impopular.
Alberto se mostraba interesado en indagar detalles sobre las causas de su Jefa.
– ¿Y por qué no la indulta usted, presidente?
Lo preguntó un miembro de la Corte.
– La indultaría mañana mismo si ella quisiera -cuentan que respondió-.
El problema es que La Doctora no se conforma con el indulto.
Cree, de verdad, que ya la “absolvió la historia”.
La Doctora espera, apenas, la reivindicación.
Continuará